México, D.F., lunes 4 de abril de 2011

A las y los universitarios, a la ALDF, a la opinión pública:

En mi incesante andar por las áreas de la educación, la ciencia y la tecnología, el 7 de mayo del 2010 fui electa rectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, una noble institución creada hace 10 años. Asumí mi trabajo con responsabilidad, pasión y amor a los y las estudiantes, convencida hasta e último aliento de vida de que las desdichas de este país tienen su raíz profunda en la educación parroquiana, insuficiente y autocomplaciente que reciben nuestros niños y jóvenes. Por ello, soy defensora pertinaz de la educación pública, científica y humanista. Mi historia avala mi dicho. Además de mi carrera como maestra y como científica, he participado en la creació de instituciones y de programas importantes en México, como el Instituto de Ciencia y Tecnología del D.F. (ICyTDF), la Secretaría de Planeación del Cinvestav-IPN, los Programas Multidisciplinarios de Biomedicina Molecular en el Cinvestav IPN, en Cicata-IPN y en las Universidades Autónomas de Ciudad Juárez y de Chihuahua, entre otras. Bajo mi dirección se han formado más de 80 jóvenes científicos, todos y todas productivos. Hecho que me enorgullece.

Aprendí a concebir y a fraguar las estrategias para recoger los mejores frutos del trabajo y sé reconocer cuando las hipótesis y las acciones fallan y hay que buscar nuevos caminos. Consecuentemente, después de casi un año como rectora de la UACM me convenzo, con preocupación, de la dificultad para realizar proyectos simples o de envergadura que coadyuven a cumplir con sus objetivos y su misión. El 80% de la comunidad decidió que yo debía ser la rectora, pero los grupos políticos enclavados en la UACM por 10 años, hoy en busca de plataformas para los próximos procesos electorales, y la carencia premeditada de reglamentos que normen el trabajo y la vida universitaria, hacen casi imposible realizar cualquier tarea. Para mantener la casa en paz, la única posibilidad sería la de dejar hacer y dejar pasar lo que sea. Mi formación de ciudadana responsable y mis compromisos con quienes confiaron en mí, me impiden asumir esa actitud.

Entre los magros logros obtenidos, este año, con el apoyo del ICyTDF, posiblemente titularemos 353 estudiantes, los cuales, sumados a los 47 que se titularon en los 9 años anteriores nos darán 400. Cifra bajísima para una ciudad urgida de espacios universitarios para un cuarto de millón de jóvenes cada año, y, que, además, necesita formar nuevos ciudadanos y ciudadanas preparados para construir una sociedad con menos pobreza, menos ignorancia, más equitativa y menos violenta que la que nuestra generación edificó.

Hicimos un estudio detallado de la situación académica individualizada para cada estudiante y normalizada para su tiempo de permanencia en la UACM, para todas las carreras, el cual develó lo que llamamos Coeficiente de Desempeño Académico (CDA) de cada alumno de licenciatura. El CDA se midió como la relación entre la situación actual del estudiante, dividida entre lo que se espera de él, de acuerdo al número de materias que debe certificar por año. Los resultados muestran que el 52% de los estudiantes inscritos entre el 2001 y el 2009 y activos hasta el 2011 (10,697 estudiantes), tiene un CDA menor a 2.5 en una escala del 0 al 10, y solo alrededor del 15% tiene un CDA por encima de 5.0. La mitad de los 10,697 estudiantes analizados tienen una permanencia en la UACM mayor al período suficiente para cursar su carrerauna vez y algunos tienen ya casi 2 o 2.5 períodos cumplidos o por cumplir y les falta trecho. Soy enfática en afirmar que la responsabilidad no recae mayoritariamente en los estudiantes, ni siquiera en la baja preparación con que pudieran llegar a la UACM.

El papel de la institución es poner los medios para que los educadores resuelvan las carencias académicas y hagan que el potencial ingente de nuestros jóvenes se manifieste y se desarrolle. Sería terriblemente discriminatorio pensar, como pretenden algunos para justificar la calamidad, que nuestros estudiantes son menos capaces que otros, o bien, que el problema es económico. Mi experiencia es que la enorme mayoría de los estudiantes de la UACM son inteligentes y sensibles, muchos y muchas son tan inteligentes que, a pesar de las circunstancias, avanzan bien en su carrera.

Sin duda alguna, la mayor responsabilidad del desastre, recae en la institución y en quienes han tomado las decisiones. No se ha sido capaz de construir el andamiaje para que los jóvenes transiten de la mejor forma por las aulas y los

laboratorios con excelentes profesores y los mejores métodos de aprendizaje y, así, cierren el ciclo de su formación universitaria de manera exitosa. El descalabro educativo que vive la UACM, se debe al descuido imperdonable

que se ha tenido con los jóvenes.

He de decir que se ha hecho creer a muchos estudiantes de la UACM que terminar una carrera no es uno de los objetivos de asistir a la universidad, y así, pueden avanzar tan lentamente como quieran o puedan (ver Avilés Jaime, Desfiladero, La Jornada, 2 de abril 2010). Ser libre y ser “anti-neoliberal”, de acuerdo con quienes sustentan estas ideas, que seguramente no aplican en la educación de sus hijos e hijas, significa que no existan reglas ni requisitos en la formación de los y las jóvenes, más allá del necesario desarrollo de amor por el conocimiento, aunque no dicen cómo se cultiva ese amor. Cada quien como quiera o como pueda. ¡Vaya receta! Juego perverso, en el que las exigencias no pasan de reclamos leves, porque al final todos viven en el confort de la no rendición de cuentas, pero se malbaratan los sueños y los anhelos de los jóvenes, quienes a veces, por desgracia, caen en el juego, como caen en el de la propaganda televisiva, y viven el espejismo de que están en el mejor lugar y en las mejores condiciones para educarse. Pero un modelo de educar que no forma personas críticas ni comprometidas con la sociedad, puesto que no les fomenta la conciencia de sus obligaciones con quienes invierten recursos para su formación, es solo un remedo de educación. Las familias mandan a sus hijos e hijas a la universidad, confiadas en que la institución los va a amparar y a preparar para sobrevivir en este país lleno de peligros y necesitado de esperanzas. Las madres y los padres, en su angustia, se aferran a la convicción sobre el compromiso social de los maestros y la fortaleza y probidad de las instituciones. Y, les fallamos. Podría yo estar equivocada, pero invito a los estudiantes a pedir opinión al respecto en casa, para saber que piensan quienes más los quieren.

Por otra parte, la UACM tiene buenos profesores, algunos excelentes y muy comprometidos con la educación pública. Todos están aceptablemente bien pagados (sueldo bruto: 39,870 pesos mensuales, sin diferencias por preparación o experiencia y más del 90% con tiempo completo y otros indebidamente con un tiempo completo más en otras instituciones), pero la institución carece de una estructura que permita reconocer su trabajo y encomendar tareas a los encargados de las licenciaturas, porque no existen tales encargados. La vida académica de la UACM se ha organizado en academias temáticas y no hay responsables de las carreras completas que analicen y evalúen planes integrales y den cuenta de los resultados.

La situación se vuelve delicada porque el presupuesto público que se ha otorgado a la UACM, además de los inmuebles, asciende en estos 10 años a 5,476 millones de pesos. Esta responsabilidad, que empieza a ser mía, la he enfrentado con propuestas que caen en el vacío de la grilla, los intereses grupales que han tomado como consigna oponerse violentamente a todo, a cualquier criterio de productividad, eficiencia, evaluación y calidad educativa, a la simple la realización de un festejo, a la elaboración de mallas horarias, o a la creación de necesarios espacios académicos, y, desde luego, no niego mi frustración, al no poder hacer más por la UACM. Tengo claro, además, de que si no tomo decisiones adecuadas, pronto me empezarán a endilgar la total responsabilidad de este fraude educativo, por seguir aplicando una receta fallida. Lo cual me resulta inaceptable.

Por otra parte, para empeorar el caso dentro de la universidad, la Comisión de Educación de la ALDF decidió en días pasados proponer cambios a la Ley de Autonomía de la UACM, sin notificarme a mí ni al Consejo Universitario, en un acto de agravio a la autonomía universitaria. Los cambios consisten en que el rector pueda reelegirse por un período más, que pueda contratar a su personal de confianza y que su figura sea parte de la Ley de Autonomía de la UACM. Esto, totalmente ajeno a mí, ha sido usado y probablemente propiciado por grupos con intereses internos y externos, para crear problemas a la administración de la UACM. Jaime Avilés, amigo de los organizadores de éste y otros eventos que incluyen patadas a las puertas y gritos estridentes en actos académicos, personifica parte de la infamia. Cada vez que tiene oportunidad, se ocupa de mi persona en su columna “Desfiladero” de La Jornada, para difamarla. Además de la falta de ética al escribir lo que le dictan sin comprobar su veracidad, no acepta réplicas ni aclaraciones. Lo que el dice “es la verdad” porque, desde su visión, los otros no pertenecen a la izquierda y solo su palabra es democrática. En múltiples ocasiones hemos escrito otros y yo al Correo Ilustrado para desmentir estos dichos inicuos pero esas cartas no han tenido la fuerza necesaria para conceder el derecho universal de la réplica. Pero tampoco es razón para perder la esperanza en otra izquierda congruente, honesta y constructiva.

Ratifico mi convicción de siempre de que la autonomía universitaria es parte sustancial de las universidades públicas, indispensable para el proceso de formación de ciudadanía en los y las jóvenes. Si vulneramos la autonomía universitaria, vulneramos a la propia universidad. Por tanto, exhorto a los y las diputados al diálogo con el Consejo Universitario de la UACM como la forma de resolver sus dudas sobre nuestra casa de estudios. Deben tener presente que los universitarios defendemos la autonomía como parte de nuestra esencia.

Afirmo, con convencimiento, que la capacidad de autogobernarse es un requisito para cumplir la misión de la universidad. La UACM no ha cumplido, pero parte de la responsabilidad corresponde a los diputados y diputadas de las Legislaturas de los últimos 10 años, al no tomar a tiempo las medidas necesarias para evitar llegar a este estado deplorable. Ahora, la comunidad universitaria debe encontrar el difícil camino para salir adelante y resarcir el daño causado a los y las jóvenes que llegaron a la UACM llenos de ilusiones a realizar una carrera, pero al ritmo que llevan, a algunos les tomará 20 años terminarla. La UACM ha de trabajar arduo para construirse ella misma y para que la sociedad de la Ciudad de México le perdone la falta de cuidado con los recursos provenientes del trabajo de sus ciudadanos, pero particularmente con sus hijos. A la ALDF y al Gobierno del D.F. les toca, dentro del total respeto a la autonomía universitaria, apoyar a la UACM con presupuesto, recomendaciones, construcción de infraestructura y laboratorios y aumento sustancial de la matrícula. Por otra parte, si corresponde, y a quien le corresponda, deberá aplicar las sanciones a que haya lugar por la irresponsabilidad en la actividad más sensible de la sociedad: la educación de sus hijos e hijas. La UACM es una institución fundamental para la Ciudad de México, no la dejemos perder entre la corrupción, la impunidad y la demagogia.

Nada humano me es ajeno

Esther Orozco

Rectora de la UACM


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