ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA CRISIS EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO (UACM)
Enrique González Rojo Arthur
La UACM –la única institución pública de educación superior creada desde 1974- es una universidad distinta a las demás. ¿Por qué? Porque no sólo se interesa en impartir a sus educandos, provenientes de la educación media-superior, la enseñanza correspondiente al siguiente nivel, sino que se propone llevar tal educación principalmente a personas de bajos recursos de la ciudad.
Este propósito de la UACM es la toma de conciencia y la respuesta práctica a las condiciones socioeconómicas que vive el país. Entre las muchas consecuencias nefastas que el capitalismo trae consigo en su fase neoliberal, está la de ser un enorme complejo fabril productor de pobres. Este es el origen de lo que se ha dado en llamar los ni-ni, jóvenes que ni trabajan ni estudian, que no les es dable hacer una cosa ni otra. En un grado menos angustioso, pero también enajenante, están los que sí trabajan y sí estudian, los sí-sí, por así decirlo.
La situación más nociva desde todos los puntos de vista es la que viven los jóvenes ni-ni ya que, no hallando empleo en ninguna parte y careciendo de recursos para estudiar, son presa fácil, o pueden serlo, de la delincuencia organizada y el narcotráfico. Por eso conviene repetir aquí lo que se ha dicho muchas veces: los gobiernos neoliberales en general y el de Calderón en particular empujan o arrojan, con su política económica, a la juventud hacia la delincuencia en donde son masacrados en las luchas intestinas de los diversos cárteles o por el Estado militarizado que nos rige.
Los sí-sí –también producto del neoliberalismo- no viven una situación tan trágica ya que, al menos por ahora, hallan trabajo y, por eso, tal vez con ayuda de su familia, pueden continuar estudiando.
Si saltamos a la llamada clase media –sobre todo a su estrato superior- y a los ricos, nos encontramos con el grupo de jóvenes privilegiados que pueden estudiar sin trabajar. Aquí aparece un desdoblamiento de funciones que beneficia al joven: la familia se encarga de mantener al estudiante y a sufragar todos los gastos que implica su carrera, y el estudiante dedica su tiempo completo a asistir a clases, estudiar y acreditar las materias requeridas para obtener un determinado título, cuando en verdad lo hace y no es un junior o un holgazán como muchos.
La UACM es una universidad distinta porque no tiene los ojos vueltos hacia los estudiantes que provienen de familias ricas o acomodadas, ni se considera el ámbito educativo, como muchas otras universidades, de muchachos que pueden ser estudiantes de tiempo completo. Esta característica definitoria de la UACM es extraordinariamente importante, ojo con ello, ya que si no hay una escuela de estudios superiores para los sí-sí, y éstos pueden perder el empleo o resultarles insuficientes los ingresos que obtienen –lo cual, en ambos casos, es más que posible- su conversión en ni-ni está casi asegurada, y su paso a la delincuencia es más que probable. Existiendo este peligro, la UACM es una institución –única en su género- que pugna, con una línea educativa consciente del problema, porque nuestra juventud no caiga en la delincuencia.
Acoger a los sí-sí implica respetar su situación económico-laboral. A los que estudian, pero también trabajan, no se les puede exigir, en lo que a la duración de la carrera se refiere, lo mismo que a quienes tienen el privilegio de estudiar sin trabajar. Si se hiciese tal, y el educando se viera obligado a aceptar esa disposición burocrática arbitraria, sería en perjuicio del trabajo o de la salud del joven.
En el Proyecto Educativo de la UACM (versión para estudiantes), agosto de 2008, leemos: “El principio de flexibilidad permite al estudiante estructurar sus propios planes semestrales, determinar las materias que le interesan y decidir cuántas pueden cursar de acuerdo con su preparación académica, y su tiempo disponible. Esto le abre la posibilidad de cursar cualquier materia que la Universidad ofrece, realizar una trayectoria académica no necesariamente lineal, y tomarse el tiempo que requiera para completarla”.
Hay, sin embargo, como en todo plantel educativo, el peligro de la irresponsabilidad de algunos jóvenes y la aparición de estudiantes “fósiles”. Por eso, el mismo Proyecto advierte: “La UACM no ejerce medidas de coerción sobre los estudiantes, pero de ninguna manera anula el sentido de obligación y responsabilidad personal”. El tema de cómo compaginar la política educativa respetuosa del estudiante de bajos recursos que estudia y trabaja, con el sentido de obligación y cumplimiento –para que el alumno no desaproveche la oportunidad que le brinda la universidad- es un tema delicado que se ha tratado de resolver pero que, a mi manera de ver las cosas, debe ser rediscutido en el Congreso Universitario a realizarse, para acceder a un funcionamiento académico más adecuado.
La rectora de la UACM, la doctora Esther Orozco Orozco, casi desde el inicio de su gestión, ha lanzado una especie de cruzada en contra del “fraude” o fracaso educativo que, según ella, encarna la institución docente de la que es titular. La doctora Orozco querría que la UACM fuera una universidad donde privara la “excelencia académica” y en donde predominase el criterio, para decirlo con sus palabras, “de productividad, eficiencia, evaluación y calidad educativa” que abandonara “la educación parroquiana, insuficiente y autocomplaciente que reciben nuestros niños y jóvenes”. Llevada de su ánimo supuestamente transformador, realizó un estudio estadístico al que llamó Coeficiente de Desempeño Académico (CDE) donde, entre otras, saca esta conclusión: “La mitad de los 10.697 estudiantes analizados tienen una permanencia en la UACM mayor al período suficiente para cursar su carrera una vez y algunos tienen ya casi 2 ó 2.5 períodos cumplidos o por cumplir y les falta trecho”. Por lo dicho con anterioridad, podemos concluir que la doctora Orozco, en este CDE, trata a los sí-sí de la UACM como si fueran estudiantes que, en su mayoría, estudian sin trabajar y rompe con el modelo de una educación que vuelve los ojos a quienes en condiciones sociales muy difíciles desean cursar una carrera universitaria.
El ingeniero Manuel Pérez Rocha –el anterior y primer rector de la UACM- en carta a la doctora Orozco subraya que la afirmación de que la UACM es un fracaso y un fraude la sustenta la doctora Orozco “en datos o conjunto de datos acerca del número de estudiantes titulados y del ritmo con el cual se llevan sus estudios”. Y añade: “En los 50 años que tengo trabajando en tareas universitarias… nunca tuve noticia de este indicador [se refiere al CDE]. Cabe señalar que el nombre de este indicador es, por decir lo menos, engañoso, pues se refiere exclusivamente a la velocidad con la que los estudiantes realizan sus estudios y no, por ejemplo, al nivel académico logrado, a la solidez de su formación u otro elemento cualitativo, que constituyen parte importantísima del desempeño académico”.
La finalidad de las escuelas consiste en dar la oportunidad a los estudiantes de que sean poseedores de un trabajo calificado, es decir, de que el educando –con el auxilio del sistema pedagógico vigente- introduzca trabajo (la preparación) en su fuerza de trabajo y convierta el trabajo simple en complejo. Los tecnócratas –y con ellos la doctora Orozco- conciben esta fuerza de trabajo calificada como “excelencia académica” y consideran a esta última (destinada a satisfacer la demanda de mano de obra especializada por parte del capital y la administración pública) como fuerza laboral productiva y eficiente. El proyecto de la UACM choca con este punto de vista limitado y en última instancia neoliberal. La finalidad de este proyecto es, sí, la excelencia educativa, pero entendida ésta no sólo como el conjunto de conocimientos y experiencias que requiere un trabajo para ser útil y competitivo, sino como el ámbito en que se expresa la crítica. La UACM es una institución que se propone, de manera consciente, que toda su comunidad académica y sus egresados, no se conformen, apáticos, con la sociedad enajenada y enajenante que nos ha tocado vivir, sino que, dueños del instrumental necesario para hacerlo, la sometan a constante crítica y luchen, con propuestas pertinentes y prácticas adecuadas, por su transformación.
Sin haberla discutido con el Consejo Universitario (CU) –el órgano superior de la UACM- la rectora dio a la publicidad en algunos periódicos su crítica al proyecto y a la realidad de la UACM –se trata de una crítica diseñada desde las posiciones elitistas de la “izquierda moderna”- por medio de inserciones pagadas con recursos de la Universidad. Si lo hubiera hecho por los cauces reglamentarios, su crítica podría haber servido como materia prima para una discusión útil sobre los fundamentos y el futuro de la universidad. A diferencia del punto de vista de la rectora, me parece que en la UACM –con la que he mantenido diversas relaciones académicas- no hay el menor indicio de que existan resistencias a evaluar el funcionamiento de la universidad, como lo hace evidente el empeño, mostrado desde tiempo atrás, de realizar un Congreso Universitario, para lo cual el CU ha venido realizando foros previos. Pero la forma en que la rectora Orozco hizo su crítica, trajo consigo la triple consecuencia de contraponerla con la mayor parte de la comunidad universitaria, ya que las posiciones de la doctora Orozco, al denostar el modelo educativo encarnado en la UACM, operaban y operan como una provocación destinada a modificar el rumbo de la universidad, es decir, como una contrarreforma, o a producir en ella una división a todas luces perjudicial. Trajo también la consecuencia de que la forma y el contenido de su crítica pública funcionaba y funciona como un discurso que desprestigia a la UACM y a sus egresados o por egresar. En efecto, ¿cómo adquirir trabajo o cómo conservar el que se tiene, cuando la rectora de la institución dice que ésta es un fraude? Trajo asimismo la consecuencia de mostrar ante todos que la rectora estaba en desacuerdo con el modelo pedagógico de la universidad (por ella encabezada) que vio la luz desde el 26 de abril de 2001, lo cual no deja de causar sorpresa porque la doctora Orozco formó parte del Consejo Asesor de la universidad durante nueve años, conoció el proyecto de la nueva universidad y no mostró la más mínima diferencia con él.
¿Cuál es el modelo de universidad que, conociéndolo, rechaza de manera tan terminante la rectora? Para decirlo esquemáticamente, este tipo de universidad es, antes que nada, una universidad pública y gratuita. Su intención es ofrecer educación superior al mayor número posible de personas que deseen estudiar, con el solo requisito de que hayan aprobado los estudios precedentes. La única restricción que tiene esta casa de estudios para llevar a cabo dicha intención es el raquitismo del subsidio y la asfixia económica que padece. Pero con la salvedad de estos límites, la UACM ni cobra un centavo por sus servicios ni exige un examen de admisión. Como la demanda de estudios –de jóvenes y no tan jóvenes- excede con mucho a las posibilidades de la Universidad (por la precaria situación económica mencionada) y como se rechazan los filtros elitistas tradicionales del modelo tecnocrático de la educación, el único medio de acceso que le queda a la UACM es el de la insaculación de las personas deseosas de integrarse.
Una vez inscritos en la UACM, los estudiantes no son sometidos a un ritmo artificial en sus actividades –el que supuestamente se considera académicamente adecuado- sino, basados en sus condiciones de vida, y en su deseo de saber y aprender a aprender, establecen un compromiso con la institución que les da cobijo y llevan a cabo su práctica educativa con su propio ritmo. Lo anterior no implica que la preparación que reciban los educandos va a ser una educación de segunda. Los conocimientos que adquieran otros en menos tiempo, ellos lo obtendrán, en algunos casos, en más tiempo. Pero la calidad de la educación será la misma. O, para ser más exactos: será cualitativamente superior ya que además de ser científica, laica y democrática, será crítica. La planta educativa que de ello se ocupa es, como se sabe, altamente calificada y con un deseo profundo de que mejore verdaderamente la situación educativa en México. Esta universidad no se limita, como otras, a ser la fábrica de la mano de obra intelectual y manual calificada que necesitan las empresas y el Estado capitalista. Sabe, desde luego, que sus egresados forman parte del cada vez más restringido mercado de la mano de obra; pero sabe también que serán conscientes del carácter de país en que viven y de sus posibilidades en cuanto personas preparadas y útiles. Esta es la universidad que ha sido modelada hasta el momento. Necesita, sin embargo, remodelarse y someterse a una severa autocrítica para consolidarse y seguir adelante. De ahí la importancia del próximo Congreso Universitario. Requiere transformarse, pero no ir para atrás, a la contrarreforma. De seguirse, en efecto, el camino preconizado por su actual rectora, se desvirtuarían los principios populares –que no populistas- que le dieron nacimiento y hasta se pondría a la institución (como consecuencia lógica del criterio tecnocrático que subyace en el fondo) en los carriles de su privatización.
No voy a explayarme, por falta de espacio, sobre el autoritarismo, la sordera y la incapacidad de la rectora. No voy a tratar aquí –aunque no deja de ser importante y muy significativo- su política de linchamiento hacia el sindicato o su actitud titubeante frente a nada menos que la autonomía de la UACM. Frente a todo esto, creo que la demanda de la comunidad universitaria a la doctora Orozco de que renuncie es válida y, si se rehúsa a hacerlo, no me cabe la menor duda de que el requerimiento de la Asamblea de maestros, estudiantes y trabajadores administrativos al CU de que sea destituida es no sólo justa sino de urgente realización.
No conviene quedarse, sin embargo, en la superficie. El conflicto de la UACM, la colisión entre dos concepciones sobre la educación superior, el alejamiento de la rectora tanto de la mayor parte de la comunidad universitaria, como del modelo crítico y democrático que sirvió de guía pata la instauración de esta Universidad, hablan no sólo del choque de dos ideas diferentes de la universidad y su práctica académica general. No se trata sólo de un problema educativo o de diferencias sobre la esencia, carácter y sentido de la Universidad en la capital de la República, sino que es además un problema político, y este trasfondo semioculto de lo que sucede en la institución, lejos de continuar en su supuesto velamiento, debe sacarse a flote, analizarse, explicitarse con el objeto, por parte de docentes y estudiantes, de hacerse de una ideas de conjunto de la problemática, y poder así orientarse mejor en la búsqueda de un mejoramiento de la UACM y poner un hasta aquí a todo intento de contrarreforma. Pongamos las cartas en la mesa: la UACM fue creada por Andrés Manuel López Obrador, el cual, lejos de oponerse al modelo que encarnó en la nueva Universidad, la apoyó sin reservas e hizo otro tanto cuando la ALDF le otorgó la autonomía. La Doctora Orozco pertenece a otro grupo político: al de Marcelo Ebrard, el Jefe de Gobierno que sustituyó a López Obrador. Aunque ambos personajes parecen hallarse aliados y sostener el común acuerdo de que el mejor posicionado será el candidato de la “izquierda” en las elecciones de 2012, los partidarios de uno y de otro tienen diferencias significativas y en ocasiones sustanciales. Y no se trata únicamente de que unos piensen de una forma y otros de manera distinta, sino que cada grupo quiere ganar espacios a expensas del adversario. Esto es lo que se puede advertir en el conflicto de la UACM. Es su mar de fondo. El grupo de Marcelo Ebrard (aliado con los “chuchos”) quiere reemplazar el modelo de educación popular y crítica alentada por López Obrador –el cual, desde luego, no deja de tener limitaciones- por el de la “excelencia académica” de prosapia tecnocrática. Los partidarios de la UACM crítico-democrática, humanística y científica no están dispuestos –con toda razón- a cruzarse de brazos y a ver cómo se vuelven humo sus conquistas, máxime cuando han descubierto que la política educativa de los partidarios del Jefe de Gobierno del D.F. actual, que se presenta como una izquierda “moderna”, tiende a coincidir, de manera ostensible y sin tapujos, con la concepción neoliberal.
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